Tu opinión es importante...

24 febrero, 2009

Luz de día...

Comienza a manifestarse tenuemente el Sol, reflejándose en la mitad de mi rostro, la otra parte aún fundida en la noche, persevera en su afán de esconderse de las sombras, que aparecen solamente en el contacto directo de la luz, la LUZ que encarna la claridad, que personifica la vida, la dicha… de esa energía que hace visible absolutamente todo lo que nos rodea, irónicamente surgen también las tinieblas, simbolizando la melancolía, insignia negra de la angustia, miedo y confusión.

Sigo observando hacia allá, desde dentro, hacia afuera, hacia los confines que delimita el espacio, como esa construcción, esa casa insulsa que pareciera intentar obstruir mi percepción, inmóvil permanezco, sintiendo el viento helado y penetrante que acompaña la madrugada, viendo hacia la nada, a través de todo lo que quisiera manipular y no puedo, mis pensamientos, mis emociones. De repente y sin aviso, mis ojos se inundan de memoria, como queriendo expulsarla, llenos de lágrimas entorpecen la visión del horizonte, de ese vacío ahora difuso, visto a través del agua…

Cierro mis párpados lentamente, como suplicando una tregua de olvido y despacio discurre una lágrima, que acaricia mi mejilla, mis labios y para en mi cuello, de pronto otra decide acompañarla y lento, muy lento traza la comisura de mi nariz. Aún siendo una gota, recibe el reflejo del Sol, ahora más intenso, refracta la luz y revela colores que encierran un significado. El tiempo se detiene. Tú lo detienes.


Ven, por favor acércate… Más, hasta que logres sumergirte en esa pequeña porción líquida de mi semblanza, ven, observa detenidamente los colores y percátate de cómo éstos comienzan a formar siluetas que toman vida. Escucha los susurros, los gritos, los sollozos, la pérdida, el amor, las risas, el llanto, el desamor, el silencio… el silencio, mi soledad, mi diversión… ¿Me viste? ¿Te viste? Seguro te reflejaste, porque hay una pizca de ti en cada movimiento, inclusive en mi historia, aquella que no viviste a mi lado, pero que ahora pintas como si fuera un lienzo a lápiz, únicamente bocetado. Iluminaste mi rostro también y enardeces mi cuerpo… cuando me abrazas, cuando te veo, lo avivas, se enciende.

Y ahora que estás aquí, tan cerca… entre lo absurdo y lo perspicaz, respirando olas de elocuencia solitaria y sentimiento coartado, de silencio obligado, a centímetros de la detonación de mis emociones, junto a mi llanto, mi incertidumbre, mi deseo (tú), ambos con el resplandor diurno, sutil, con un poco de noche, con colores emergidos de mis lágrimas en conjunción con la luz y tú… Tú.

Ahora que estás aquí, te pido un beso, un beso que me sepa eterno, que sepa a ti, te pido un beso en todo mi cuerpo, intenso, fuerte, te pido que robes la noche, para que el día no se vaya nunca, y que desaparezcas los límites del espacio que obstaculizaron mi vista, que seques las lágrimas para ocultar lo turbio, para observar cada detalle de tus ojos, y tu cara y tu cuerpo, aunque sea sólo por poco tiempo, pero que me den luz perpetua y te recuerde y aparezcan los colores, que permanezcas conmigo… estés o no estés presente, pero que te quedes, aquí... aquí para siempre.

18 febrero, 2009

SONRIENDO


Sonriendo.
Estoy sonriendo.
Embelesada de ti,
colmada de sosiego.
Tenaz desde dentro,
así estoy sonriendo.
Con seguridad de lo ambiguo
y esperanza de lo cierto,
porque así lo veo,
porque se escribe,
porque lo siento.

¿Cómo explicar aquello que no puede ser descrito? ¿Cómo trazar el recorrido de un seductor sentimiento? ¿Qué impulsa ésto? ¿Será tu mirada? ¿Será tu beso?

Plasmar incertidumbres o dolores resulta sencillo, cuando la bruma ensombrece los sentidos e impulsa el hábito de la cruel autocompasión, es ahí, en esa cuenca del olvido, en ese valle de lágrimas, donde la tristeza se somatiza y se vuelve orgánica, física, dolorosa... Y las sensaciones producidas son evidentes y totalmente perceptibles. Pero ¿qué, cuándo todo es tan nítido? ¿Qué se plasma cuando no hay novedades, pero a la vez todo pareciera recién creado?

En un lienzo quizás, con acuarelas, pudiera pintar el cielo como lo he soñado cuando te veo, lleno de colores, cuatro colores específicos, sí… amarillo, naranja, rosa, rojo, todos degradados como simulando el ocaso, como si ese momento tratara de esconderse de la noche próxima, algo de azul intenso, la combinación de tonos abrasadores, ligeramente difuminados por el viento, así te veo, así te siento. Tan imprescindible como el aire, tan admirable como el Sol.

Estoy sonriendo y el corazón me canta y renace el tiempo.

… Desde los adentros, escondido, se encuentra el motivo y baila, y crece, y se nutre, reavivándome.

Insólitamente el móvil se afianza, sin poder explicarlo… volviéndose el entorno en enormes destellos de luz… fulminantes de la desdicha, generadores de la paz.

Sonriendo… estoy sonriendo, gracias a ti, gracias a ésto.

17 febrero, 2009

Del silencio...

Del acicate dulce que impulsaba mis anhelos, sólo quedan reminiscencias con sabor a hiel y espasmos dolorosos de esperanza inerte…


¿Sabes? Esta noche recurrí a tus ojos,
y grité y lloré apasionada de tu recuerdo,
como en espera de tu abrazo,
como impaciente de consuelo.
¡Qué vanos son a veces los momentos!
pero aquellos llenos de ti,
los vuelves vitales y eternos.

Me sorprendí acurrucada desafiando al viento,
en la trinchera excavada por tristes esfuerzos,
acompañada de voces, respirando alientos,
soslayando lo efímero del tiempo.

Y te busco en la desazón de mis deseos
Esperanzada por ese abrigo sincero,
Que sólo encuentro en tus caricias,
y entiendo en tus silencios.

Esos que van por la vida uniéndonos,
Cada que se forja la coraza contra lo incierto,
Inusitadamente, en tu cómplice me convierto,
Luchando contra el dolor,
Que aunque lejos, vivimos compartiendo.

Yo recurro a tus ojos porque en ellos me reflejo,
porque aunque existe algo que a veces me enmudezca,
sé bien que hay algo cierto,
y de esos ojos, lo digo con certeza…
nacería ese amor que tanto anhelo.

03 febrero, 2009

Del deseo...

Para ti...

El viento recorre mi piel, apacible, mientras la sábana ligera, roza mi cuerpo desnudo siguiendo el vaivén del susurro de la noche. El ambiente es frío y mi piel se estremece cada que la brisa deja de serlo y enardece en corrientes rebeldes, repentinas, dejando mi piel al descubierto, acompañada sólo, por el sutil reflejo que emite la luna vieja.

Se entusiasma el roce de la tela sedosa por mi cuerpo, quien estuvo protegiéndolo complaciente y suave, pero que ahora impulsada por la persistencia del aire, ha destapado la mitad de mi figura, dejando una pierna, ambos pies, el muslo izquierdo y más… me percato de esto, porque la sensación que va quitándome calor, ha invadido poco a poco diversas zonas, sobre todo el extremo mío más próximo a la ventana, como el pezón, quien férreo, pareciera alcanzar el techo de la alcoba y más abajo, el ombligo, el abdomen, en el interior de mis muslos, justo ahí, en donde todo nace, medianamente expuesto a la vida, a lo incierto, a ti.

La sábana enmarañada, ejerce mayor presión en esta parte y los movimientos armonizados, entre la pelvis (quien afanosa se mueve de arriba abajo) la noche, el tiempo y tu recuerdo, humedecen mis ganas. La palpitación es constante y pareciera concentrarse, ahí, en medio, en esa región ávida de ti, que quisiera sentirte dentro, aprisionándote y abrazándote fuerte para no dejarte salir nunca, quien me obliga a pensarte día y noche, incrementando la pasión… haciéndome desearte a cada segundo, en cada respiro.

Cómo me gustaría que tus manos recorrieran despacio mi pierna, que acercaras lento tus labios a centímetros de mi piel y sin necesidad de tocarme sintieras el cálido fervor de mis insinuaciones, que siguieras percibiendo mi olor a corta distancia y yo con los ojos cerrados, supiera exacto hacia donde va tu deseo, apaciguar tu mente para perderte conmigo, perder la razón y fundirte dentro de mí. Y al llegar a la parte que te abre esa puerta, la del alma desde lo tangible, desde mi cuerpo, para ti, de ti, pudieras hurgar con tus dedos mis sentidos, quienes intensamente lloran de ganas, invitándote a sumergirte en un delirio de placer.

Y mientras sigues tocándome suavemente con tus dedos, dentro… tu boca recorriera mi pecho y sintieras mis latidos que lo erizan, endureciéndose lento por ligeros toques de tu lengua, creciendo en tu boca, castigándote a besarme insaciablemente, el cuello, la espalda, la comisura que termina de ella y empieza en los muslos, los brazos, la frente, esta boca, que es ahora tuya y que enloquece hambrienta, necesitada de tu aliento. Tú cerca, muy cerca, aumentando el deseo, lo puedo sentir, acerado, fuerte.

Después de tocarnos ambiciosos, sudando de cansancio, ardientes de excitación, derramando deseo a borbotones, hacer el amor hasta que ambos fraguados en uno solo, incitemos al viento, la noche y el frío a desvanecerse tranquilos, invadiéndonos de fuego, hasta que la luz del día nos cierre los ojos, abrazados, reposando el vigor y disfrutando el desenlace de la intensidad sublime, que me hace pensarte nuevamente a cada segundo, en cada respiro y desearte de nuevo, hasta que llegue la noche y se funda con el Sol y desaparezca el tiempo y me pierda yo.