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09 diciembre, 2008

ESO...

Reconociendo las tonalidades de la aurora que precede al Sol y enaltece mis emociones, recordando momentos dichosos en los que el tiempo retirado, decrépito, guarecido en un recoveco de la inmensidad de ESTO, que evocaba la estadía y vivacidad de colores y formas, que brotaban en mi interior reforzando la intensidad de mis latidos, reavivando la ilusión.

Estoy tocando la pasión nuevamente… y me intimida.

Volteo a ver esa puerta, corroída por el gélido viento que irrumpió sin aviso paralizando mi espíritu, el horizonte es fúnebre y polvoriento, veo telarañas en el marco del portón y las paredes agrietadas, exclaman alaridos de dolor impávido. Hasta parecieran moverse, como si voraces demonios quisieran rasgar violentamente el umbral hacia su manjar. Ellos se alimentan de sueños, y al parecer yo soy un apetitoso banquete, sobre todo cuando mi corazón retumba de esta manera, bombeando la sangre con fuerza tal, que emite sonidos parecidos a los de olas bravías rompiendo en la costa. Trato de tranquilizarlo pero es imposible, pareciera saltar de júbilo dentro de mí, queriendo desintegrar mi cuerpo en la explosión provocada por el arrebatado torrente sanguíneo al correr por las venas. -Calma… - le digo a mi alma, motor de vida y sembradío de esperanza, culpable de la abrupta aceleración de mis órganos. -¡Shhh! calma… que nos oyen y quieren matarnos- repito ansiosa. Observando atemorizada las paredes que parecen acorralarme, reduciendo más y más el espacio, asfixiándome, rodeada de siluetas de rostros cadavéricos, desfigurados, hambrientos, mostrando sus colmillos afilados, queriendo tragarme.
La febril soledad, con anterioridad se imponía y llamaba impaciente a aquellas sombras que disfrutaban poseyéndome una, y otra y otra vez, hasta dejarme exhausta y casi moribunda, acallando mi corazón alevosamente.

Sólo que esta vez, ese soplo abrasador, ESE del que comencé hablando, es dominante y amedrenta a todos esos engendros, quienes ahora chillan, llenos de ansiedad, caminando desesperados de un lado a otro, bufando desde aquel lado del tiempo... lejanos, distantes.

02 diciembre, 2008

Hoy hablaré de sexo...

“No hay amor sin instinto sexual. El amor usa de este instinto como de una fuerza brutal, como el bergantín usa el viento”.
De sexo y la relación ideológica que emane con fluidez, a raíz de este tema.

Comencemos. Mayormente el sexo es el fondo primordial de la locura, una acción al que recurrimos para no morir de la verdad (así como el arte) una trampa del ser humano para no extinguirse. Hablo del sexo y su connotación básica, aquella que es meramente instintiva, perversa, irracional.

Me atrevo a exponer mi teoría abiertamente, habiendo meditado el por qué de ciertos pensamientos ambivalentes, referentes al
erotismo, el placer, la intimidad, la excitación, el acto sexual y esa serie de reacciones que inquietan y que allanan mi juicio de repente, o mejor dicho (demostrando mi integridad y honradez) de manera constante :-D

Entiendo a la perfección que el sexo per se, es conductualmente genético, simple instinto, para conservar la especie únicamente. Lo que nos lleva a él sigue siendo animal, por la obtención exclusiva de placer inmediato o por la simple razón de reproducirnos, pero es también por medio de la atracción y por ese impulso arrebatado, pasional, falto de escrúpulos, por el que perdemos por completo la cabeza y por el que, indómitamente aparece la celestial sandez, que también caracteriza al ser humano. Sólo que este tipo de estupidez es irrefrenable, no discrimina a personas elevadas y pensantes, se da tanto en el pendejismo absurdo como en la genialidad extraordinaria; me causa cierta ternura, no hay manera de reprimirla, debido a que a veces… lo agreste es, sin duda alguna, muy poderoso.
Por otro lado están las complejidades de la sexualidad humana, sí, el sexo es difícil para nosotros, debido a que somos seres que entendemos, asimilamos y elaboramos información para poder utilizarla de la manera en que nos venga en gana, también la cultura y la sociedad juega un papel importante en la sexualidad, que en mi particular punto de vista es un error garrafal… pero que de alguna u otra manera, afecta nuestras decisiones al encontrar pareja, la pareja adecuada para reproducirnos y convivir. Desafortunadamente para nosotros, los homo sapiens, una serie de reacciones en nuestro entorno, nos impide vivir el sexo como una conducta genética, debido a que en nuestra especie, conductas como la sexualidad, también son aprendidas y la verdad estamos jodidos, porque lo que aprendemos actualmente sobre sexo es... inaudito (en otra ocasión hablaré sobre esto).
Esta es la ambivalencia de la que hablaba. Por instinto, nosotros tenemos el radar adecuado, me refiero a que si logramos sacudir la suciedad prejuiciosa de nuestro filtro natural, por el que la espontaneidad nos da el derecho de admisión o no hacia ciertos homos, podríamos escoger adecuadamente al ser que fuera apto para procrear descendientes saludables, fuertes, es por eso que por lo regular los hombres se fijan en pechos y caderas voluptuosas y nosotras las mujeres en espalda ancha y corpulencia agradable a la vista. Todo tiene una razón de ser, y bueno, finalmente caemos en la vana conclusión de que por ser “ultra” inteligentes, debemos buscar una pareja con la que podamos platicar y que nos alimente intelectualmente, o que nos haga reír, o que tenga lana, claro algunos aspectos que menciono, son en grado superlativo importantes, lo sé, pero debemos hacer caso también a nuestra parte silvestre, porque aún estando con una persona que satisfaga nuestro cerebro o ciertas necesidades, si no detona esta pasión vigorosa, adios “supuesto amor”. Y viceversa, mucho instinto y nada de seso, es animal en extremo, así que hay que buscar el punto medio, el equilibrio.

En fin, yo como ser homo dêsertus sapiens soy fan de lo natural, busco y registro el olor de la persona que me atrae, y hundo mi nariz en su piel para codificar el deseo y perder el juicio, aunque me duela y ame con ferocidad irracional.

Sí pienso en sexo. Mayormente cuando no me late el punto de debate en alguna reunión, o cuando estoy algo triste o simplemente no quiero escuchar. La explicación, no sé… es un pensamiento agradable en extremo, eso o frotar ligeramente una sábana o pedazo de tela de mi ropa, ambas situaciones me provocan placer, por mencionar algo, entre infinidad de cosas que me provocan gozo, a las que recurro habitualmente.