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30 julio, 2012

AMÁNDOME

Voluntarioso es el viento que me acompaña cada día.
Se arremolina tierno en los rincones de esta casa,
atestándola de imperturbable confianza,
misma que le brinda un semblante a la nada.

Contemplo como me mira y retoza feliz a mi lado,
cada vez que nos miramos,
nos reconocemos, sonreímos, amamos.
Respiramos el sosiego del silencio,
Y mi corazón se llena de felicidad, impávido.

Ambas estamos aguardando,
la nada y yo, no sabemos qué esperamos.
Las voces han desistido desde hace ya un rato.
Es por esto que percibo la frescura del viento en mis manos,
que parece helar mi sangre,
conservando plácido mi espacio.

¿Cómo fue que esto ha pasado?
Observo detenidamente mi reflejo; la noche aguardando.
Mi rostro ha perdido la rigidez del tiempo,
mis grandes ojos muestran la verdad que duramente han ganado;
serenos, hambrientos, llenos de entusiasmo.
La luna rebosa de alegría y el sol,
ahora me sorprende todas las mañanas, cantando.

Los sonidos alucinantemente nítidos, tanto,
que pareciera que las cosas inertes hablaran despacio.
El amor late constante, sin motivo aparente, espontáneo.
Mi mente se ha desecho de las paredes de antaño,
y ahora descansa entre nubes, al fin sosegado.

No he pensado en ti, ya no he pensado en tu eterno llanto.
Me deshice de tus estúpidas paradojas y
Mi corazón empezó a llenarse del amor que me estaba faltando.
Estuve atrapada en tu absurdo lamento,
a punto de olvidarme de mi tiempo preciado...
¡Qué pena que mi necesidad tan incongruente!
me haya hecho idolatrarte tanto...

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