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12 junio, 2012

SILENCIO...


Me susurra lentamente el viento al oído y desvanece de a poco la turbiedad de lo incierto. Suspiros que limpian y atraen la simple belleza de lo circundante, sólo porque sí, porque me convierto en una amante encaprichada de lo que no existe y es, de lo que es y a veces se va, de la nada y de la abundancia que la soledad esconde en su interior. Eso he aprendido.

Sentada a la orilla de este risco, en donde mis pies desnudos vuelan entre la niebla espesa que enmarca esta fría madrugada, nos envuelve el imponente cielo azul, hago referencia a nosotros porque desde hace días alguien me acompaña… Quizás sea yo misma que he desarrollado la habilidad de observar mis movimientos como si fuera un espectador, quizás sea que ahora aprecio la compañía de eso, a lo que usualmente no se le presta atención por estar ahí siempre…

Mi corazón palpita rápidamente emocionado por haber llegado hasta aquí. En el trayecto, trepando con esfuerzo, mi perspectiva ha ido cambiando de a poco, y lo que veía inalcanzable y tremendamente peligroso, se volvió un espectáculo deleitante y se volvió tangible tan rápido, tan intensamente, que no tuve la oportunidad de meditar lo que hacía, había veces que me culpaba por no haber estado consciente, hubo varios momentos en donde casi me olvido de ti, hubo otros en dónde por más fuerza que imprimía en mi mente para impulsar a mis manos y piernas, pareciera que no había de donde agarrarme y caí estrepitosamente, no una, si no varias veces… Ahí te recordé con más anhelo, lloré tanto y tan fuerte que seguramente llegaste a escucharme, aún estando lejos, sé que llegaste a sentirme ¿Por qué ahora que la vida me ha dado tantas enseñanzas, ya no sé de ti? Por qué la vida de pronto te da el Sol en tus manos, hipnotizándote con su fulgor y de pronto, súbitamente te priva de su calor… Me gustaba vivir cegada de ti, por ti y para ti… Pero supongo que llegar hasta aquí implicaba ver con más claridad el resto del monte. La realidad que seguía, hasta hace unos años, siendo pueril e insípida, es ahora del color de mis anhelos ¿Quién lo diría? Si no fuera por esa ocasión en donde sin importar mi tamaño, logré estirarme con fuerza hasta alcanzar las nubes. Sí, así fue… Tanto en mis sueños como en lo real. Ja… Si tan sólo supieras que todo lo hice pensando en ti ¿Acaso eso no es amor? Amor, ilusión… ¡Qué más da lo que haya sido! Soy feliz y eso es lo que importa.

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