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30 julio, 2007

¿HUMILDAD? ¿SENTIMIENTOS? ... Ya no más (segunda parte)

¿Soledad? Ahora no saben cómo la ambiciono o de manera más concreta, no deseo compartirme con nadie.
El tiempo en mi vida a transcurrido como secreto, inmerso en la condena de la sumisión, recatado y abatido, pero con tesón, perseverante. Veo su presencia en mi reflejo y sigue sin gustarme lo que veo, acatando su ejemplo, persigo la sociedad y este mundo, alicaída, subyugada y repudio mi actuar y ni siquiera tengo la fortaleza de acabar con el tiempo y volver eterna mi epopeya. Tal vez me asusta no dejar un legado.
Antes de exterminar el tiempo, la luna, las sombras, la noche, debo demostrar mi realidad con el matiz de mis fantasías. Quizás me amedrenta saludar al Sol.
Reincido en evaporar el espectáculo que tanto me ha costado. Necesito avaricia para aprovechar el dinero y bríos (aunque pocos) invertidos y así, no dormirme en la película.
Aún acallada, en silencio, abatida, asfixiada; mi voluntad obcecada, exhorta mis sentidos para embriagarse con motivos de alegría y por lo regular resulta una celebración para mis emociones.
El cielo azul, unos enamorados besándose, una sonrisa, un hombre apuesto, un niño sonriente en guiñapos, inclusive uno que otro indigente desprendiendo a su paso una estela de malos olores, pero que algún acontecimiento lo ha llevado a desprenderse de sí mismo, y completamente chiflado, ríe... (tal vez no sea tan malo y se exagere el constante temor de todo ser humano hacia la locura)
En estos momentos creo que percibo con más nitidez el frío que me produce el viento, el sonido que produce el mismo al zarandear las ramas de los árboles, todo es más intenso... Lo disfruto y todo lo veo más bello, pero estoy consciente que mi cerebro, genera situaciones que conforten su agonía, como el efecto de una droga. Y este estado me permite continuar, eso no es malo ¿o sí?
Tratando de desprenderme de mis pensamientos, me zambullo en un libro, eludiendo mi reincisivo desasosiego, estoy harta de embrumarme. Pero quedan remanentes de mi congoja y el resultado es verme involucrada en una ficción ajena, en donde juzgo las actuaciones del personaje principal, que imagino con mi rostro, sea hombre o mujer y con soberbia, repudio el proceder de los demás actores en la historia. Ésto me da risa, pero quizás debiera atemorizarme. Yo imprimo en la lectura mi propio final, no le doy el debido mérito a quien pasó, minutos, horas, días, elucubrando su obra.
¿Notan la incoherencia? Escojo el silencio para no sentir el ataque de mis allegados y aquellos que no lo son tanto, cuando yo, con yugo inclemente, resto veracidad y hago verbenas del sufrimiento extraño, porque a todos veo como tales, ajenos, lejanos.
Así me doy cuenta y lloro al admitir que nuevamente estoy aislándome, inclusive de mi propia fantasía.
Sólo hay una persona que sé, entendería mi pensamiento, el único que no siento aparatado de mi vida y que me ha alentado a vivirla realmente, con quien he caminado acompañada con la certeza de un andar desconocido pero firme y no quiero cerrarle la puerta. No quiero someterme a la soledad por deserción a su pensamiento, en mi opinión, tan lleno de verdad, quisiera saciarme de él y disfrutarlo de pies a cabeza ¿pero cómo respirar su presencia si vivo intoxicada con mi propio aire?
Y regreso a mi frase inicial... Si tan sólo pudiera homogeneizar mis ideas y reflejarlas de manera apropiada. A ésto le llamo un lamento frustrado.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me fascina tu manera de escribir. Tal vez algunos detalles en la redacción, pero eso lo discutiremos junto con una pizza (si no te hace daño) y unas cervezas.
Por favor, sigue escribiendo y sigue conpartiéndonos tu sensibilidad.
tq