-¿Quiénes?-
Ellos. Los cetos. Esas criaturas inmensas que salen a respirar angustiosas el poco oxígeno que queda en la esfera omnipotente. Seres acuáticos obviamente, que aparecen todas las tardes lóbregas, precediendo el ocaso de nuestra estrella madre, cuando el cielo toma tonalidades violáceas con grises tenues, azul intenso, azul aqua, verde. Son las auroras boreales que parecieran trazos artísticos celestiales. Un paisaje mágico, armonizando la atmósfera con el fulgor lunar, que se aprecia gigante y fiel mientras nos adentramos en la noche. Esto me ha mantenido con vida, es hermoso.
Estoy sentada en una de las rocas ígneas que rodean el lugar… y que abundan por todos lados de la Pangea Sur.
Después de la explosión de aquellos volcanes que nos circundaban -cuentan- el subsuelo se convirtió en un espectáculo de minerales diversos, sobre todo cuarzos pequeños de diferentes colores y cristalizaciones heterogéneas, enormes piedras de obsidiana también (como en la que ahora descanso) que por el tamaño parecieran tener ventaja sobre las otras, dibujando el suelo de un negro intenso con toques esporádicos de cristales rosas, cafés, azules, blancos, ámbar. Debido al reflejo de la luna nueva en algunos prismas de roca, se crea un arcoiris producto de la refracción de su luz. No siempre la noche es obscura. La luna y los cristales crean un ambiente azul iluminado, en donde se percibe todo con claridad.
Estoy remojando mis pies en el río apático que desemboca en el lago de los cetos, hace un frío intenso, pero el agua es cálida (inclusive puedes observar cómo despide vapor) y me permite disfrutar un poco, olvidándome de esta terrible soledad y la incertidumbre que me invade desde hace días, o meses…
Soy Alseid (eso creo…) Y vengo aquí cada noche a tratar de recordar cómo sobreviví y para qué - ¿Quién me salvó? ¿Por qué? – y trato de discernir por qué traigo este tubo anillado que proviene de mi interior y sale por mi nariz, como si fuera una extensión de ella. Es parecido al cartílago hialino y tiene una membrana gelatinosa que lo protege, pasa por debajo de mi brazo derecho, va ensanchando y se conecta en mi espina dorsal en la región lumbar… Me causa dolor y algunas veces por la mañana, sangro por la boca, como si esto me cortara internamente la traquea (o ¿será parte de este órgano?). Mi sentido común me dice, que si intento retirarlo, moriré. Quizás debería hacerlo… Estoy desnuda, sólo me cubre esta piel de oso blanco.
- ¡¿Quién me hizo esto?! ¡¿Lo odio?! – Una lágrima se desliza por mi rostro, seguida por otra y otra… hasta que rompo en llanto, como casi todos los días, desde que desperté en esa obscura cueva. Escuchando el eco de mis alaridos en esta desolada inmensidad, me tranquilizo… Irónico ¿Cierto? Me serenan mis propios lamentos.
Estoy sentada en una de las rocas ígneas que rodean el lugar… y que abundan por todos lados de la Pangea Sur.
Después de la explosión de aquellos volcanes que nos circundaban -cuentan- el subsuelo se convirtió en un espectáculo de minerales diversos, sobre todo cuarzos pequeños de diferentes colores y cristalizaciones heterogéneas, enormes piedras de obsidiana también (como en la que ahora descanso) que por el tamaño parecieran tener ventaja sobre las otras, dibujando el suelo de un negro intenso con toques esporádicos de cristales rosas, cafés, azules, blancos, ámbar. Debido al reflejo de la luna nueva en algunos prismas de roca, se crea un arcoiris producto de la refracción de su luz. No siempre la noche es obscura. La luna y los cristales crean un ambiente azul iluminado, en donde se percibe todo con claridad.
Estoy remojando mis pies en el río apático que desemboca en el lago de los cetos, hace un frío intenso, pero el agua es cálida (inclusive puedes observar cómo despide vapor) y me permite disfrutar un poco, olvidándome de esta terrible soledad y la incertidumbre que me invade desde hace días, o meses…
Soy Alseid (eso creo…) Y vengo aquí cada noche a tratar de recordar cómo sobreviví y para qué - ¿Quién me salvó? ¿Por qué? – y trato de discernir por qué traigo este tubo anillado que proviene de mi interior y sale por mi nariz, como si fuera una extensión de ella. Es parecido al cartílago hialino y tiene una membrana gelatinosa que lo protege, pasa por debajo de mi brazo derecho, va ensanchando y se conecta en mi espina dorsal en la región lumbar… Me causa dolor y algunas veces por la mañana, sangro por la boca, como si esto me cortara internamente la traquea (o ¿será parte de este órgano?). Mi sentido común me dice, que si intento retirarlo, moriré. Quizás debería hacerlo… Estoy desnuda, sólo me cubre esta piel de oso blanco.
- ¡¿Quién me hizo esto?! ¡¿Lo odio?! – Una lágrima se desliza por mi rostro, seguida por otra y otra… hasta que rompo en llanto, como casi todos los días, desde que desperté en esa obscura cueva. Escuchando el eco de mis alaridos en esta desolada inmensidad, me tranquilizo… Irónico ¿Cierto? Me serenan mis propios lamentos.
Tengo una tristeza colosal. No puedo creer que siga viva. Me embiste un dolor terrible de cabeza, siento que me estalla y quiero dejar de pensar. Me esfuerzo para recordar algo y, duele. Sólo sé que hace unos días, logré soñar unos segundos y al despertar estaban trazados en mi memoria sus ojos y su hermosa sonrisa, y por primera vez en varios meses, una pizca de esperanza, iluminó mi efímera vida.
Soy Alseid y así comienza mi historia...
Soy Alseid y así comienza mi historia...