Aquí posada ante la vastedad de una gama de colores azul, sintiendo el viento que besa mi cara y la endulza de suspiros. Escucho como las olas quebrantan el silencio, fundiéndose con el ligero susurro que propicia el cielo, algunas aves revoloteando a lo lejos, cantando tonos de impetuoso anhelo.
El Sol está a punto de marcharse, el mar con más intensidad lanza su llanto al compás del oleaje.Yo aquí... Observando su tierna furia. Pareciera que cada vez que aparece la luna, muestra desesperanza elevando la marea.
Tomo con cuidado un puño de arena y lo estrujo con fuerza. Siento el peregrinar de una lágrima que temblorosa baja por mi cuello, seguida de otras. El viento encolerizado sacude con fuerza mi cabello, gota a gota vuela mi llanto arremolinándose en el cielo.
¿Qué me has hecho? Que no existe una ínfima porción de mi piel que no sienta tu ausencia, no hay un pequeño rincón de mi ser que no desee estrujarte como lo hago con la arena, con esta rabia que invade mis sentidos, porque ya no puedo tenerte... Con este cansancio que provocan mis sollozos, porque en mi horizonte es cada vez más difuso el camino hacia ti, porque ya no te encuentro, porque yo como el mar lloro a mi Sol, porque no me gusta la Luna ¿Qué me has hecho?
Quiero que sepas que te fuiste ahora que el amor se ha vuelto tanto. Eso es lo que ha pasado.
En mi vagar por todas esas tierras de melancolía me sumergí en la nada, probé a fondo sus amargos desencantos, que me comieron y escupieron, una y otra vez... Hasta el hastío, creí que no sobreviviría. En algunos de esos andares, tú ibas conmigo ¿Lo recuerdas? (qué triste es, que no pude ver antes lo que ahora veo) Yo sólo quería amarte.
Paso a paso fui recogiendo millones de granos de tierra, no supe lo que guardaba, sólo los guardé por inercia en este saco que tengo aquí cerca del pecho. Recuerdo que fue cuando mi palpitar se debilitó tanto, tanto, que mis ojos y mis labios se secaron, sabía que pronto moriría, pero con la poca fuerza que me quedaba logré abrir el saco. Uno a uno los granos de tierra se volvieron destellos de luz, y se abalanzaron a mí, traspasando la piel hasta llegar al corazón, una enorme luz me envolvió. Algo me resucitó, regocijándome... Dios ¿Quizás?
Aquí posada frente a la suntuosidad del mar, con lágrimas en los ojos te digo que, yo te amo, como amo mi vida y a todo lo que me rodea y aunque ya no estás, siempre te recordaré.