Tenaz, escalofriante.
Es la bruma gélida que embiste mi alma de vez en vez...
Es la bruma gélida que embiste mi alma de vez en vez...
La sé, la conozco perfecto.
En el ayer, sus impetuosos vientos solían sacudirme violentamente, como un huracán destruyendo todo a su paso, apartándome del juicio.
En el ayer, sus impetuosos vientos solían sacudirme violentamente, como un huracán destruyendo todo a su paso, apartándome del juicio.
Mi alma permanecía en un rincón ensangrentada, sollozando por tiempo indefinido, emanaban de mis ojos mares de lágrimas que salaban internamente mi cuerpo, entorpeciendo mis pensamientos.
Ahí viene.
Con toda su verdad.
Siento en mi oído el resoplar inequívoco de su presencia etérea, pero ya no le temo.
Mi reflejo.
Mi reflejo.
Yo.
Faz trazada con líneas firmes, como si el destino hubiera presionado demasiado el lápiz dibujándome.
El ceño levemente fruncido, como expectante de nada y al pendiente de todo.
Veo mis manos, que solían asustarse en cada respiro, temblorosas todo el tiempo. Pareciera ahora, que desconocen la tensión, los nervios.
Me observo detenidamente y elevo una mano hacia mi corazón, que late pausadamente, imperturbable.
Me examino con curiosidad.
Mi mano en el pecho.
Semblante impávido.
Hubo aquí en el fondo una gota triste, sobreviviente de entre los lamentos, en aquellos momentos agonizantes luchó por vivir, se negó a derramarse y cristalizó… Convirtiéndose en fortaleza infranqueable…
Después llegas tú y mi gota de cristal se estremece con tus pasos… con tu ausencia, con tu seguridad, con tu mirada, con tus manos, con tu silencio.
Y te acercas y vibra, se conmueve y busca encarecidamente liberarse.
No puede.
Siente quebrarse y se afianza, pero con todo la mueves, cuando retumba en mis oídos tu aliento, tu caricia… tus dedos hurgando mi esencia, tu cuerpo buscando conocerla, tu beso… tu distancia, mi deseo.
Ahí viene.
Lo percibo.
Me circundarán violentos sus vientos impetuosos, quizás despedacen mi parapeto liberando esa lágrima, tal vez me llene de sangre, para esta vez morir.
Morir libre entre tus brazos.