¿Has observado una varita seca?
Segúramente alguna vez, sentado en una banca de un parque o resguardándote del Sol a la sombra de un árbol, hurgaste entre la tierra o el pasto, captando con la yema de los dedos, toda textura usufructa en la superficie en ese preciso momento, hasta que tus manos, inquietas, tal vez invadidas por el ocio o el nervio, deciden recoger una ramita seca.
Tu entorno, no importa, quizás tuviste compañía, trato de imaginármelo, tú acompañado de una tarde quieta y libre, con el cielo concurrente, gris, inmóvil, iluminado, un poco de brisa, frío... Un paisaje ávido de condiciones y facetas que se menan simultáneamente con tus sentimientos.
Lo siento, sólo logro percibir tu soledad y esa eternidad que aún anhelas. Esa felicidad transitoria, perecedera... pero que te empeñas en resucitar, apesar de saberla completamente muerta.
Al imaginarte asiendo esa ramita seca, mientras la jugueteas entre tus manos, pienso que ese eterno deseo de permanecer en una realidad caduca, no es más que una prolongación mermada y mísera de nuestra existencia, la de todos, no sólo la tuya.
Mientras agarras la varita, no te percatas de tu infinita necesidad de quebrarla en varios pedazos, no te das cuenta, pero lo haces, la rompes.
Y aún así, esos añicos desintegrados con el tiempo, combinados con la tierra, generarán renuevos que alimentarán otra vida.
No trato de persuadir a nadie, ni siquiera a ti. Sólo doy a conocer mis ilusiones y visiones ante la vida y el camino que me ha tocado recorrer.
Yo te observo recolectando varas secas y para mi y el espejo que tengo frente, tú eres mi rama con esa oportunidad de revivir, cuentas con expresivos colores que denotan intensidad y persistencia, que se aferran a la vida combatiendo lo yermo, la aridez y te imagino retoñando.
Por eso tú, entre mis manos, no eres diversión ni ocio, te preservo y nutro con calor y agua, intento compartirte mi oxígeno y te hablo de mi eternidad, aquella que subsiste porque todavía no nace.
Podría utilizar de manera indecorosa mi sufrimiento y dependencias hacia una realidad desolada, mostrando sólo mi pasado infecundo, esperando me rescatases de mi verdad limitada y llena de errores. Podría juguetear con mi varita seca y escuchar como cruje, mientras la quiebran mis dedos, pero no quiero romperla.
A pesar de observarte alicaído y frenado, aunque esté rodeada de resplandorosos retoños, tú tienes esa voz que me llama por mi nombre y me hace abrazarte a mis sueños. Tal vez tú seas aquél que por primera vez, desee convertirlos en realidad.
No pretendo atentar contra tu libertad de pensar o de creer o de hacer lo que te venga en gana. Yo sólo quiero enseñar, dar a conocer, mostrar mis historias, mi perspectiva de ese horizonte que no tiene apariencia, sólo está bocetado.
¿Estaré haciendo lo correcto? O será que sólo debo despedazar esta rama, siguiendo los pasos de todos... inclusive los tuyos.